Al Obispado de Ourense no le gusta el sobrio acto cultural que desde hace más de una década celebran en la pequeña capilla de Santiago de Rubiá (Calvos de Randín) los Amigos de O Couto Mixto. Un emotivo evento encabezado por el comisario general de Policía de Galicia, Luis García Mañá, que tiene como único objetivo revitalizar la abandonada capilla y la propia comarca limiana apelando a la historia.
Tras más de una década luchando por la recuperación de los municipios de esta antigua república independiente, que entre los siglos XII y XIX llegó a tener sus propias leyes basadas en los dictámenes de un puñado de “hombres de acuerdo”, el vicario general de la Diócesis de Ourense les ha hecho saber, mediante carta, su “preocupación por el uso de una iglesia para la celebración de actos culturales ajenos a la misma”. De paso, anuncia que en los próximos años “sería preferible la utilización de otros locales” para la celebración de este evento.
La recomendación ha caído como un jarro de agua fría. La pequeña iglesia es un referente histórico. Guarda como un tesoro, desde hace siglos, el arca en la que aquellos “hombres buenos” de la que fue una pequeña Andorra galaica, un caso único en Europa, depositaban los papeles con sus leyes y la acreditación de su independencia respecto de las monarquías española y portuguesa. Desde que se creó la asociación, las tres aldeas de O Couto Mixto han tenido por primera vez en siglos un respaldo. Los asociados se empeñaron en recuperar la abandonada capilla de la que ahora los expulsan y consiguieron el año pasado que la Xunta consignara una partida para la recuperación de los frescos. La parlamentaria socialista Laura Seara, jueza honoraria de O Couto Mixto, prepara una interpelación para preguntar por qué no se ejecuta la obra mientras expresa su sorpresa por la misiva del Obispado. “La asociación no ha hecho más que luchar por esta comarca”, dice Seara, que pide a la Xunta que medie ante el Obispado.
En similares términos se expresa García Mañá. “Hemos sido siempre muy respetuosos, conscientes de que estábamos en un lugar sagrado”. Año tras año, el obispado autorizaba el acto. Pero esta vez, unos días antes de la celebración del domingo pasado, con condiciones: retirar el santísimo del sagrario; no utilizar el presbiterio para ningún acto de los programados, “guardar la compostura”… Son las exigencias al grupo de profesionales, intelectuales y representantes institucionales que, junto con los vecinos, intentan rescatar sus raíces del olvido y la miseria.