Judith Torquemada
Hoy en día puede hablarse de “estado gallego” cuando se menciona al Couto Mixto, porque fue a esta tierra a la que finalmente se unió. Hace tan solo 200 años, no pertenecía a Galicia. No era español, ni tampoco portugués. Era, sencillamente, un estado independiente de ambos, con un poco de cada uno en su carácter.
Surgen a partir de aquí muchos interrogantes. Quizá el primero tenga que ver con la dificultad de lidiar con dos gobiernos cercanos. Entes poderosos que permitieron que existiera este estado independiente. En una época de conquistas, les dejaron existir al margen de sus fronteras. Es curioso.
Todas las demás preguntas se mueven en torno a esta libertad. Entre la curiosidad por conocer su forma de vida y la sonrisa que a uno le nace al descubrir los privilegios de los que disfrutaban sus habitantes. Al fin y al cabo, no tenían que rendir cuentas ante nadie.
La última cuestión versaría sobre su desaparición, claro. Llegó de manera tan natural como se dio su nacimiento. No hubo guerras de por medio, solo decisiones. Esta historia tan peculiar sigue, precisamente, el curso de la historia, así que en ella hay que adentrarse.
La historia del estado que no pertenecía a nadie
Su origen se remonta a la creación del reino de Portugal, a mediados del siglo XII. Tras el Tratado de Zamora, la independencia portuguesa fue una realidad, lo que llevó a tener que definir las fronteras entre el que sería un nuevo reino y el de León. Esas fronteras se establecieron de aquella manera. La Raya, como así se conoce a la línea invisible entre ambas, tenía sus defectos y sus trastornos de personalidad. Algunos lugares tardaron en descubrir si debían sentirse portugueses, leoneses o una mezcla de ambos, pero todos quedaron adscritos a uno concreto.
Excepto el Couto Mixto. En este contexto de desconcierto, tres aldeas aprovecharon el no saber si eran españoles o portugueses para ser otra cosa. Es decir, un lugar mixto. Rubiás, Santiago de Rubiás y Meaus lo tuvieron claro desde el principio y conformaron lo que desde hace siglos se conoce como Couto Mixto.
Está considerada una de las primeras repúblicas de Europa, a pesar de su pequeño tamaño. Unas 2.700 hectáreas para albergar, en su mejor momento, un millar de habitantes. Seguramente fuera este minúsculo tamaño lo que permitió que existiera al margen de los deseos de los reinos de España y Portugal. Siendo tan pequeño, no podía hacer daño a nadie ni podía atesorar demasiado poder. Por ello los ojos de ambos imperios nunca se posaron con determinación sobre este territorio.
Couto Mixto vivió según sus propias normas, aprovechándose del limbo en el que habitaba, hasta bien entrado el siglo XIX. En 1864, con la firma del Tratado de Lisboa, las fronteras entre España y Portugal se concretaron. Ya no había manera de ignorar este terreno. Se decidió, entonces, que pasara a formar parte de España. Así terminó una independencia que duró más de 700 años.
El Arca de las Tres Llaves y unas normas propias
Aunque suene a El señor de los anillos, El Arca de las Tres Llaves no tiene nada de fantástico. De hecho, todavía puede descubrirse en la sacristía de la Iglesia de Santiago de Rubiás, actualmente perteneciente al municipio de Calvos de Randín, como la misma Rubiás. Meaus, la tercera aldea en discordia, forma parte del municipio de Baltar. Tres aldeas con tres llaves para dominarlos a todos.
En realidad, en Couto Mixto se hizo uso de la democracia desde bien temprano, cuando era más una excepción que algo normalizado. Las tres aldeas elegían a un jefe político, un juez, como máximo representante de los ciudadanos. Se mantenía en el cargo durante tres años, cuando se celebraban nuevas elecciones. El parlamento era la Iglesia de Santiago, la misma que hoy custodia esta reliquia.
Por debajo del juez se situaban tres Hombres de Acuerdo. Uno por cada aldea, su cometido era vigilar y administrar el funcionamiento de cada pequeño núcleo de población, siempre bajo las directrices de ese juez. Cada cierto tiempo, firmaban acuerdos de convivencia que se guardaban en este Arca de las Tres Llaves. Todo muy de estar por casa y, atendiendo a lo mucho que pervivió este microestado, muy efectivo.
Couto Mixto fue un territorio que siguió sus propias normas, a veces aprovechándose de la ausencia de una autoridad legal sobre sus acciones. Los lugareños tenían una serie de privilegios de importancia real, como no tener que prestar servicio militar. Tampoco estaban obligados a pagar impuestos.
Surgió, asimismo, una vía de comercio que conectaba las tres aldeas con Tourém, en Portugal. Este camino se llevó todos los privilegios de Couto Mixto, razón por la que todavía hoy en día se conoce como el Camino Privilegiado. Sin impuestos, sin normas. Comercio libre.
Solo cuando se trataba de un delito mayor el asunto se ponía serio. Los homicidios, aunque escasos, sí tenían que ser respondidos ante autoridades de peso. Claro que eran los mismos habitantes quienes, en esos momentos, decidían a qué justicia acogerse. Eran españoles o portugueses a placer. Así se vivió en Couto Mixto durante setecientos años.
Lo que queda de Couto Mixto
Sobre todo, queda la memoria. La Asociación de Amigos del Couto Mixto se esfuerza por conservar y recuperar tanto como es posible esta historia peculiar que habla de un territorio único. Todos los años, en esa iglesia de Santiago que fue también lugar de reunión política y social, se celebra un acto que conmemora una forma de vida tan única como peculiar. En realidad, fue bastante natural, como su nacimiento y su desintegración.
Todavía se eligen representantes honoríficos, sin poder real pero con mucho peso simbólico. También en Santiago de Rubiás, una escultura que retrata al último juez del Couto Mixto espera al viajero con historias que contar. Se llamaba Delfín Modesto Brandén y en su nombre hay que saber ver a todos los que estuvieron antes que él. Algunos vecinos todavía pueden señalar ese Camino Privilegiado que les conecta con Portugal, pero es solo un recuerdo de sus antepasados. Afortunadamente, como sucede en otras tantas ocasiones, la memoria se encargará de hacer que este lugar exista siempre.