Pablo Vaamonde
Las guerras provocan cambios definitivos en la vida de las personas. Hay heridas que tardan décadas en cicatrizar. La guerra civil fue una confrontación larga y cruel que dibujó un territorio de muerte, desolación y hambre, y dejó el país dominado por la dictadura franquista. Hay heridas abiertas y muchas familias aún buscan a sus muertos. Murieron cientos de millares de personas, muchos fueron perseguidos, torturados y encarcelados; otros huyeron al extranjero para reiniciar una nueva vida, lejos de la opresión y de la miseria.
Los hermanos Ramón y Antonio Baltar Domínguez (nacidos en Santiago en 1902 y 1906) son un ejemplo de cómo muda el destino de las personas con el impacto de una confrontación bélica. También son un ejemplo de coherencia biográfica y compromiso con el país a pesar de la crueldad de la guerra y de la posterior represión de la dictadura franquista.
La “Irmandade da Sanidade Galega” (ISAGA), siguiendo la senda trazada por las “Irmandades da Fala” hace cien años, celebra el 25 de noviembre un acto público para honrar su memoria, en el Pazo de Fonseca. El historiador Ricardo Gurriarán hará una semblanza de los homenajeados; la celebración contará con la presencia del alcalde de Santiago, Martiño Noriega. Esta organización, que pretende recuperar para la memoria colectiva los referentes ilustres de nuestra historia reciente, tiene como objetivo principal impulsar el uso del idioma gallego en la práctica sanitaria. Veinte nuevos irmandiños se van a incorporar a ISAGA en este acto.
Los hermanos Baltar Domínguez nacieron a principios del siglo XX, eran hijos del famoso cirujano Ángel Baltar Cortés (considerado cómo el padre de la medicina moderna gallega) y pertenecen a una larga y extensa saga de profesionales de la medicina compostelana. Ambos estudiaron Medicina y su vida parecía destinada a una plácida trayectoria dedicada al ejercicio de la profesión y a la docencia en la Universidad. Pero la guerra separó sus destinos.
Antonio fue profesor de la Facultad de Medicina entre 1934 y 1936 y también colaboró en la creación de la “Agrupación al servicio de la República” en Compostela. Cuando se inicia la guerra fue castigado por su posición política y suspendido de empleo y sueldo en la Universidad; tuvo que exiliarse a América. En Argentina revalidó su título de doctor en Medicina, fundó un sanatorio en Avellaneda y desarrolló una brillante trayectoria profesional al mismo tiempo que colaboraba con los intelectuales gallegos en el exilio (Rafael Dieste, Luis Seoane, Díaz Pardo). Murió joven, en 1970, en el hospital Ribadavia de Buenos Aires.
Ramón Baltar, cirujano y profesor de la Facultad de Medicina, fue movilizado al iniciarse la guerra civil para trabajar como cirujano en el bando franquista. Fue acusado de ser “cotizante del Socorro Rojo, izquierdista, propagandista del Frente Popular y masón”. Consiguió salir sobreseído, pero en 1939 fue sancionado de nuevo con la inhabilitación perpetua para todo tipo de cargos directivos. En la inmediata posguerra dio apoyo médico a los huidos y guerrilleros de la comarca de Santiago. El famoso maquis Foucellas fue atendido en su Sanatorio después de herirse con su propia arma.
Los hermanos Baltar Domínguez deben ser un referente para a los profesionales sanitarios y para toda la sociedad gallega. Consideramos muy necesario honrar su memoria y ponerlos como ejemplo de coherencia y dignidad.