“Van a aparecer más sorpresas, porque O Couto es un misterio en sí”, avisa el que hasta hace poco más de un año fue jefe superior de la policía nacional en Galicia, Luis García Mañá. Aunque no son poca sorpresa, por ahora, las 11 figuras de santos, de frailes, de una Virgen con el niño, que en el último trimestre han ido emergiendo bajo capas y siglos de cal. En junio, al acontecimiento que convoca a los jueces honorarios que van siendo nombrados año tras año por el colectivo empeñado en rescatar la historia única de O Couto Mixto (la república libre que un día existió entre Galicia y Portugal) por primera vez asistió como invitado el conselleiro de Cultura, Jesús Vázquez, y entonces vio en directo algo que en los formularios y memorias de la Administración no causaba tan grandes expectativas. A través de los desconchados, de la cal desprendida aquí y allá, se podía intuir la silueta de algunas representaciones humanas. No se sabía todavía de qué se trataba, pero causaba emoción verlo.
En realidad, hacía ya tiempo, “justo antes de las primeras elecciones que ganó Feijóo” (2009), que había salido un concurso público, recuerda Juan Manuel Montero, el restaurador que se ha ido a vivir a Baltar, cerca de O Couto Mixto, junto a dos compañeras para realizar esta obra. “Lo sé porque nuestra empresa [Tau Restauración, de Cea] también se había presentado entonces”. Tanto el Estado como la Xunta se sumaron a la promesa de restauración (más bien, resurrección) de los frescos de la primitiva iglesia de Santiago de Rubiás, pero al final, en aquella ocasión, todo quedó en nada. Tanto entonces como ahora no fue el obispado de Ourense, del que depende el templo de la que fue república independiente, sino la Asociación de Amigos do Couto Mixto, quien peleó por conseguir fondos para esta rehabilitación. Después de invitar al conselleiro, a finales de verano los vecinos del triángulo de pueblos (Santiago, Meaus y Rubiás dos Mixtos) que conformaron el gobierno libre con tres “hombres de acuerdo” y leyes propias desde el siglo XII hasta 1862, recibieron al fin de la Xunta la buena nueva. En tiempos de recortes, Cultura no solo pagaría la restauración del retablo de san Ramón, el más pequeño de los que cobija la iglesia nueva, de época barroca, sino que los algo más de 45.000 euros darían para eliminar la gruesa costra blanca con la que en un momento dado, no se sabe si por dictamen de la moda o por empeño en combatir alguna peste, se cegaron los frescos de la primera iglesia, medieval, que hoy es anexo de la otra y sirve de sacristía.
Ahora, esta sala recuperada vuelve a ser el corazón de O Couto. La mayoría de las figuras perdieron los rótulos, también pintados, que las identificaban, pero se ve claramente que hay una Virgen con un niño, dos obispos y un san Roque. También se supone que otra de las 11 estampas es un Cristo, por los clavos hallados justo encima de la escena, que probablemente en determinados momentos de la semana santa se tapaba con una tela. Todas las figuras aparecen representadas en la mitad superior de tres de las cuatro paredes de la habitación. La parte inferior representa un suelo pavimentado, un ajedrezado al fresco en blanco y negro que consigue una gran impresión de relieve.
Juan Manuel Montero, que trabaja con las también restauradoras María Jesús Salgado y Laura Barreira, el equipo ya trabaja en la fase de reintegración de la obra primigenia y el final está previsto para primavera. Las pinturas “no son malas, el fresco es una técnica que necesita conocimiento y estos tienen bastante calidad. Pero “la información sobre el artista es cero”, explica luego Jorge García, el historiador encargado por la empresa de documentar esta restauración. Su función es reconstruir la historia del templo “desde que se puso la primera piedra” en la Edad Media, pero probablemente esta narración tendrá abundantes lagunas. “Hemos situado las pinturas en el siglo XVI, pero no podemos saber mucho más, todavía podremos descubrir algo cuando se eliminen los últimos retoques” que se aplicaron sobre el original con el tiempo, explica. El autor es “una incógnita”, y “eso no nos debe sorprender”, comenta Mañá: “Encontrar documentación sobre O Couto siempre cuesta mucho”, es como si se hubiese pretendido “silenciar” la singularidad y la riqueza de este lugar, comenta el exjefe policial, presidente de la asociación de amigos.
O Couto Mixto poseía su propio archivo, pero el paso de los franceses arrasó con casi todo. Jorge García, el historiador, logró localizar dos libros de fábrica, los volúmenes en los que se iban anotando todos los avatares e intervenciones del edificio parroquial en el Archivo Diocesano de Ourense, “pero el primero de ellos se empezó en el año 1680”, dice, con posterioridad a la elaboración de los frescos. No aportan ningún dato sobre esta obra, ni tampoco gran cosa sobre la vieja iglesia reconvertida en sacristía cuando el barroco cambió los gustos e impuso la construcción de un nuevo templo. En los alrededores, tanto en Galicia como en Portugal, no se conocen pinturas semejantes. García consultó también los protocolos notariales, y buscó en el convento de Santa Clara, en Allariz, que durante un tiempo poseyó ingentes bienes en Rubiás dos Mixtos. “No hay nada de nada. Por ahora, lo único que puedo decir es que parece que el artista tenía influencias de la pintura flamenca. Quizás había estado trabajando antes en Portugal”, donde triunfaba entonces la manera de hacer de los maestros de Flandes.